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Hola amig@s

El pasado sábado acudimos a un seminario en Madrid sobre enfermedades cardiorespiratorias en gatos impartido por la gran Marisa Palmero, de la clínica Gattos también en Madrid.

Nuevamente sirvió para ponernos las pilas y actualizar conocimientos en estas disciplinas, pero si hay algo que una vez más, y es la enésima, nos dejaron claro, es que, de acuerdo, aceptamos gato como animal de compañía, pero de ahí a hacer comparaciones con el perro…todo parecido es pura coincidencia, y por qué no, como se dice en nuestro ambiente, «el gato es ese animal que ha sido creado para complicar la vida al veterinario».

Sí amigos, el gato es un animal verdaderamente particular, con una gran habilidad para ocultar todos sus males en pro de la supervivencia, lo que ocasiona verdaderos quebraderos de cabeza a los veterinarios para poder ayudarles a superar sus enfermedades y antes, a poder siquiera detectarlos.

Lejos de que esto se convierta en un muro para los veterinarios, con una actitud casi tozuda, luchamos y luchamos por estos amigos como lo haríamos por cualquier otro animal que nos necesite.

Pero tras esta reflexión, un viejo recuerdo acudió a nuestra mente, y es que, aunque actualmente la mayoría de la gente tiene una imagen muy clara de las clínicas veterinarias como esos centros donde atendemos perros y gatos, y de vez en cuanto algún que otro «bicho»  exótico, lo cierto es que hasta hace no mucho, o incluso todavía ahora gracias a algún que otro despistado, nos encontramos en una situación en que al veterinario se nos exige tener conocimientos en medicina de todo animal que corra, nade o vuele. Sin embargo, la realidad es otra muy diferente, y en la actualidad nuestro nivel de exigencia es tan alto que cada vez más se nos obliga a la especialización, no solo en materias o disciplinas concretas como la cardiología o la dermatología y un largo etcétera, si no en algo tan básico como  dedicarse a especies animales determinadas, ya sean perros, gatos, caballos,… Y así, cada vez resulta más raro encontrarnos a alguien que al acudir a la clínica se sorprende cuando, al pedirnos ayuda para tratar a algún animal de granja, se encuentra por nuestra parte con una respuesta de desconocimiento total en ese animal. La reacción típica de dicha persona no tarda en llegar,… ah, pero no eres veterinario?

Pues bien amigos, pronto, por no decir que ya, no resultará extraño encontrarse con clínicas como Gattos, donde difícilmente encontraréis un veterinario que os ayude con la cojera o la diarrea de vuestro labrador o yorkshire, y mucho menos veréis un frenchy o un pastor alemán esperando pacientemente su turno en recepción.

Y allí estaremos nosotros, para contaros como evoluciona nuestra profesión de manera que os evitemos caer en esa reacción tan poco ajustada a la realidad. Pero eso, posiblemente será un nuevo capítulo en las HISTORIAS DE NUESTRA CLÍNICA.

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